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Ocultismo

Exorcista

 

La corte del ingles os resume lo siguiente:

La primera y principal arma que ha de esgrimir el Exorcista, sea clérigo o seglar, es una
viva e indubitable fe y confianza en Dios y en Nuestro Salvador Jesucristo, por que con
el dedo de Dios ha de echar al demonio, y pisar no solamente al León más bravo sino
también al Dragón Rojo, aunque venga del Infierno. Y aunque es verdad que el
Exorcista obra por mediación del Santísimo Nombre y por eso son sus oraciones muy
poderosas, con todo debe tener mucho cuidado de que su alma y consiencia estén
limpias por la contrición y dolor verdadero y sacramento de la confesión. Primeramente
porque el demonio no le puede argüir de pecado, ni tenga sobre él ningun poder, pues
consta por la Escritura que Dios nuestro Señor, le da muchas veces licencia para dañar
al que vive en pecado; así refiere Cardano, en su tratado De Subtilitate, libro 19, que un
demonio duende hizo burla de los exorcismos de unos ministros de la Iglesia, quia
furti, et sacrilegii criminibus essent infames. Segundo: por que con semejante
preveción es muy acepto a Dios y alcanza más presto la victoria.
Debe tener también el Exorcista verdadera humildad y no dará entrada a la vanagloria ni
lugar a las alabanzas y aplausos de los hombres, sino que tan solamente aprecio y
estimación de la mayor honra y gloria de Dios, acordándose de lo que dijo Jesucristo a
sus apóstoles: Veruntamen in hoc nolite gaudere, quia spiritus subjiciuntur vobis:
gaudete autem, quod nomina vestra scripta sun in coelis. Este debe ser el principal
fin y motivo del Exorcista, y no la estimación del vulgo, no el interés ni otro cualquier
respeto humano.

Otro sí, procurará tener el alma y el espíritu libre de los cuidados y negocios del siglo y
sólo ocuparse en santas oraciones y obras pías. Y por que Nuestro Salvador (Matth.,
17) nos aviza que este género de demonios no se lanza sino por medio de la oración y el
ayuno, tendrá cuidado de ejercitarse en estas semejantes buenas obras y de no llegar a
conjurar ni exorcizar sin prevenirse con el ayuno y la penitencia, si no es que la
perentoria necesidad le excuse.
Daré fin a este capítulo advirtiendo al Exorcista no sea fácil en juzgar que alguno está
endemoniado o enfermo por hechizos, sino que debe primero reparar cuidadosamente
en las señales y circunstancias de que tratare luego.
Mucho menos debe atribuir a encantamiento y arte mágica las enfermedades, así de los
hombres como de los animales, aunque sean desacostrumbradas y no conocidad, antes
bien les debe consolar y quitarles del pensamiento cualquiera mala sospecha, y no
permitira que echen la culpa a alguno de los vecinos u otros conocidos, para evitar todo
género de rencor, y excusar enemistades, venganzas y otras cosas peores.

Omnipotente y Eterno Dios, Padre de bondad infinita, y Dios de todo consuelo: mira
nuestra aflicción y ayuda a los que en Ti esperamos y acudimos al seno de tu
misericordia con el corazón contrito y humilde. Aplaca, Señor, tu ira y vuelve a
nosotros. Grande es nuestra iniquidad, pero mayor es tu bondad, en la cual confiados, te
invocamos, te adoramos, te bendecimos, para que te dignes exterminar y ahuyentar a
todos los espíritus malignos que maltratan a esta criatura. Por Nuestro Señor Jesucristo
tu Hijo, que contigo vive y reina en unión del Espíritu Santo. Pro los siglos de los
siglos Amén.